Cena marroqui, escapada gastronómica

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AUTOR:  José Enrique González  (www.JoseEnriqueGonzalez.com)


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Hoy es viernes, la temperatura acompaña y el olor a azahar invade la ciudad, por lo que los ánimos nos hacen pensar que algo especial hay que celebrar, dar placer a los

sentidos y cambiar la normalidad diaria por algo exótico, por lo que decidimos permitirnos una cena con sabores árabes, en un restaurante amigo del centro de la Ciudad.

Sin reserva es casi imposible tener sitio, especialmente un fin de semana, pero dado que era temprano y nuestra amistad con Farid, nos prometió una mesa con la

 amabilidad que lo caracteriza.

A la hora acordada todo estaba preparado, y tras los saludos de rigor, empezamos la cena con unos entremeses, aceitunas y ensalada marroquí que, dado que teníamos tantos deseos de

 estos sabores, no dejamos referencia grafica alguna.   Los pimientos asados y las remolachas, con un fuerte punto de vinagre de vino estimulan el apetito para el primer plato, Tallin con berenjenas,  muy

 apreciado en el norte de Marruecos, cocinado en el recipiente llamado Tallin, de barro, y que tiene su original tapadera cónica que produce un efecto de orno al estar en el fuego, que permite un grado

especial de cocción, ligando los sabores al recircular los olores dentro del recipiente propio.

 

Otra especialidad que se cocina en este recipiente, es el de cordero, muy apreciado en todo el país, y que se suele cocinar con el conocido Cous cous, fina sémola cocida

 con las verduras, todo ello con sus correspondientes verduras, limón macerado que es una especialidad que consiste en introducir los limones partidos en un frasco relleno

 de sal marina, se tapa y se mantiene en oscuro durante un mes, se sustituye el agua por la sal, lo que los seca, y queda solo la esencia del perfume de los limones,

cebolla caramelizada al aroma de canela, y su correspondiente salsa para la sémola, cuyo aspecto es:

 

Un plato que nunca puedo dejar de pedir es la Ambrosía de cordero, especialidad que lleva  pierna de cordero, ciruelas, miel, almendras y sésamo.  En conjunto es una

 delicia donde se

 contrastan los sabores de la carne con la de los frutos secos, el paladar de la carne con la miel y el perfume del césamo.

Como postre, nos invitaron a unos pequeños pastelitos árabes, con base de hojaldre, miel, canela y almendras, acompañados por el inigualable té con hierbabuena, con

 mucha hierbabuena y azúcar.   Una delicia que debe tomarse en vasos medianos, el primero para calmar la sed, pasado un tiempo, se sirve el segundo, para acompañar

 una buena conversación, y el tercero, ya bien concentrado y con un intenso sabor a menta y aromas a té fresco, para saborear y despertar los sentidos.

 

Para que la velada fuera perfecta, a las 12 en punto se atenúan las luces y comienza a sonar una sugestiva música marroquí, con timbales, panderetas, hraks (kharkhaba)

y nos ofrecen unos bailes típicos, destacando los bereberes de gran sensualidad y colorido

 

                                   

   

La velada cumplió con nuestras expectativas, por unos momentos nos trasladó al exótico país vecino, tanto con los particulares sabores de la cocina de los sentidos, como

 con su música, espectáculo, olores y colorido, la satisfacción es completa, vale la pena repetirla. 

 

 

Así sentí la comida marroqui

 

 

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AUTOR: José  Enrique González             

 

 

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