El Coronil, escapada gastronómica
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3 Marzo de 2.012
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El Coronil es un pequeño pueblo, de unos
5.000 habitantes, y que está situado a 53 Km. de Sevilla y que en la actualidad
está apostando por las nuevas y limpias tecnologías, como la transformación y
producción de biomasa, o las instalaciones de campos llenos de paneles
fotovoltaicos constituyendo una de las mayores plantas solares de España, con
una producción de 20 MW.
Los vestigios arqueológicos más antiguos
son de la Edad del Cobre y al final de la de Bronce.
Muy cerca del casco urbano, se piensa que
estuvo emplazada en la Celtíbera Salpesa, posteriormente municipio romano. Esta
hipótesis se apoya en la importante cantidad de hallazgos encontrados, y sobre
todo por la inscripción que llevan sus monedas en el reverso: "Salpesa".
El siglo XVIII cuando dominaban los
Duques de Medinaceli sobre el pueblo, se realizan importantes obras, como la
actual Iglesia Parroquial. El castillo de las Aguzaderas pasó a ser propiedad,
más tarde, de la "Casa de Medinaceli", que lo cedió al Ayuntamiento del Coronil,
siendo en la actualidad su propiedad más preciada.
Hoy hemos regresado buscando una antigua casa particular donde, los medios días, daban de comer la autentica cocina local, recetas mantenidas a lo largo de los años transmitiéndose de generación en generación, y utilizando los productos de cosecha local y la sabiduría popular.
Encontramos la casa y para nuestro regocijo, seguía en activo y con el mismo sistema, aunque su propietario, nacido en El Coronil, de habla tosca pero con mucha gracia, empatía y sabiduría popular, ha fallecido, pero su hijo sigue la tradición y mantiene sus costumbres.
Lo mas peculiar, aparte de la calidad y las recetas, es que no existe una carta de productos, sino que se toma asiento, previa reserva, y solo se escoge la bebida que la ponen sin límite, y empiezan a servir las comidas que tienen programadas, cambiando las de temporada, y sin problema si se quiere repetir algunas, cosa muy poco probable ya que dado la abundancia en número, es difícil poder agotar la que ponen.
La valoración actual es muy por debajo de la que tenía en épocas anteriores, pues solían poner 17 especialidades distintas, ahora rondan la docena, mas abundantes que hoy, y con detalles como pasteles después del postre, café y decenas de botellas de licores para tomar libremente, cosa que hoy hemos echado de menos, apesar de ello es interesante la experiencia.
Tras servir las bebidas abundantemente, comienzan con el picoteo compuesto por un buen plato de aceitunas de elaboración local, una buena boba (pieza de pan) y unas porciones de paté casero
A continuación nos traen una particular ensaladilla con gambas, con sus componentes mas pequeños que los habituales pero bien ligados los sabores con una salsa mahonesa casera, y unas remolachas muy apetecibles
Los fritos hacen su aparición, unas croquetas con jamón y albóndigas fritas, unas exquisitas patatas cortadas muy finas y fritas en buen aceite de oliva y una especialidad, unos filetes de lomo de cerdo empanados, pero acompañados con un pimiento asado entero, igualmente empanado, y que te aconsejan que hay que comerlos juntos, uno encima del otro y cortarlos a la vez, el contraste en buenísimo.
Los guisos no se hacen esperar, y un buen trozo de ternera en salsa que difunde aromas a cúrcuma, pimienta, laurel, nuez moscada, clavo y comino, y otra especialidad muy autentica y exquisita, unos huevos sobre un lecho de tagarninas, muy finas de paladar, pero difíciles de preparar, pues es solo la parte central del tallo es lo que se utiliza, teniendo que apartar las hojas y partes mas externas, para dejar limpia la parte central, tierna y suave, y que se cocinan con la tecnica del esparragado. Se corona el plato con unas lonchas de jamón serrano pasado por el aceite caliente.
Seguidamente nos sirven unos tiernos alcauciles rellenos de carne, bañados en una ligera salsa que potencia su sabor
El plato final es la tortilla sacromonte, jugosa, tierna y con intenso sabor proporcionado por las criadillas y sesos de cordero con el vino blanco, y su cremosidad aportada por el tuétano de ternera. Nos cuesta terminar con ella, pero su excelente paladar no ayuda en nuestro empeño
Para ayudar a digerir la ingesta, unos helados de chocolate y turrón nos refrescan y ponen un punto final dulce.
Como ya comenté, antes te ponían mas platos locales, incluidos variado de chacina del pueblo, alguna carne de caza y alguna ensalada de invención propia, además de los pasteles finales, el café o los licores, pero quizás por tener que cumplir con un horario nos precipitamos en pedir la cuenta sin esperar otros detalles, pero no fueron ni ofrecidos, por lo que, suponemos, han sido suprimidos.
La valoración en general muy buena, sabores caseros, muy buena calidad y esmerada elaboración. La cocina bastante rápida y el servicio perfecto y con mucho agrado y simpatía. Habrá que volver sin horario para disfrutar también de una merecida sobremesa.
Así sentí El Coronil
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AUTOR: José Enrique González